Asistí el pasado mes de junio a la Impalada 2005, reunión anual de propietarios de motocicletas Montesa Impala, recorrí 1.000 km. en tres jornadas, os relato el viaje.
"Dicen las crónicas que la primera Impalada se llevó a cabo en 1980, y que su impulsor en aquel año (entre otros) fue el venerado “Quicu” Romeu, mecánico preparador de Montesa en competición. Comenzó así una tradición entre los propietarios de los diversos modelos de la Montesa Impala de reunirse en buen ambiente un fin de semana al año y dar un paseo todos juntos por revirados y tranquilos tramos de carretera, el territorio idóneo para rodar con esta motocicleta que, especialmente en Cataluña pero también en otros lugares es disfrutada por sus afortunados propietarios como lo que és, una moto encantadora. Del acierto en su diseño y del buen hacer en su fabricación dan muestra los cientos de máquinas que hoy en día aun ruedan por las carreteras y las ciudades, unas maravillosamente restauradas y con el aspecto de “recién salida de fabrica”, y otras con el aspecto de haber realizado varias vueltas al mundo sin mucho miramiento . . . en perfecto estado de marcha a pesar del aspecto y dando servicio a sus propietarios fielmente.
Cuentan que a la Impalada de 1980 acudieron alrededor de un centenar de aficionados con sus motocicletas, y que de tal fervor motorista nació el proyecto de volver a fabricar algunas unidades del mítico modelo, proyecto que se concretó con la aparición en 1982 de la Impala2, moto bien conocida por el autor de estas líneas porque en aquel momento tuvo la buena idea de adquirir una de ellas. El afecto compartido por esta moto de gente de lo mas diversa generó una “germanor” muy especial, y a lo largo de los años reuniones de este tipo abundaron creando un cierto culto a su alrededor.
En 1997 un grupo de apasionados impalistas crearon el actual moto club, al acto de presentación del mismo en la discoteca Luz de Gas acudieron doscientas motocicletas Impala que estuvieron aparcadas en el Passeig de Gràcia barceloní. Este encuentro generó un clima muy personal que ha sabido mantenerse a lo largo de los años, constituyendo en la actualidad una asociación muy bien organizada. El Moto Club Impala tiene su sede social en Can Benet, Pza. Mañé i Flaquer 5 de Barcelona, se reúnen frecuentemente y son muy activos y eficaces organizando salidas de fin de semana y eventos como la Impalada. En su seno hay un grupo “racing” que participan asiduamente en competiciones de regularidad, su página web -http://www.motoclubimpala.com/- es excelente, muy bien diseñada y eficaz en su navegación, allí se informa puntualmente en catalán y castellano de las actividades del club, y en su concurrido foro puede cualquier impalista encontrar a la gente mas entendida en cualquier aspecto relacionado con este modelo de Montesa y sus derivados.
La Impalada consiste en una jornada de paseo de entre cien y doscientos kilómetros por carreteras tranquilas y de relativamente poco transito, con tramos revirados y buen paisaje, donde estas motos se encuentran a gusto y discurrendo entre poblaciones con el visto bueno de las autoridades. Los municipios por donde transita la caravana suelen ofrecer una acogida estupenda, el espectáculo de casi doscientas motos con el estruendo de sus motores y la gente tan diversa que en ellas circula tiene mucho atractivo. Este año comenzó en Barcelona, a los pies del Tibidabo y acabó en Lloret de Mar con una parada en su Paseo junto al mar, perfectamente engalanado para lo ocasión y buena afluencia de turistas y público diverso. Recordar que Lloret ha sido (és) lugar central del Rally Costa Brava y del Rally de Cataluña muchos años, y que allí los aficionados al mundo del motor son legión.
La cita es a las ocho de la mañana del sábado 18 de junio en la plaza donde se toma el funicular del Tibidabo, ciento sesenta inscritos para esta ocasión, hay quien dice que se fueron añadiendo impalistas por el recorrido y que llegaron mas de doscientas motos a Lloret. Tras un breve recorrido urbano por las calles de Barcelona, animado por un estruendo maravilloso y a ritmo tranquilo, la “llonganisa” impalera se dirigió hacia la población de La Roca por unas carreteras reviradas y llenas de sombras refrescantes que eran bien acogidas porque el día apuntaba asfixiante de temperatura. La primera parada fue en Mataró donde la organización había preparado un almuerzo reparador. Otra parada en Arenys de Munt con recepción de las autoridades, atención a los medios de comunicación locales interesados en el evento, y degustación de unas magníficas cerezas. Con buen sabor en la boca, motor y vuelta a discurrir en grupo por carreteras predominantemente rectas hacia Sant Celoni, Hostalric y Massanet. Sin mas paradas que una obligada para repostar se tomó la ruta que une Sant Feliu y Tossa, un tramo bien conocido por los seguidores de los rallys, con curvas amplias y buen firme, preciosas bajadas con unas vistas a las costas de esta comarca gironina sencillamente espléndidas.
Las autoridades municipales de Lloret ofrecieron un refresco de bienvenida a los participantes y las motos quedaron en exposición vigilada en el Paseo. Después de una comida en la que participaron todos los asistente y que estuvo muy animada, se obsequió a algunos participantes, y se homenajeó a otros, siempre disfrutando de un tono festivo, el acto se fue diluyendo y cada participante optó por dar una vuelta por la ciudad, bañarse en las estupendas aguas de la Costa Brava o regresar a casa con un buen recuerdo y multitud de anécdotas propiciadas por la jornada y relacionadas con su estimada moto Impala.
Como apuntamos, la organización fue de nota alta, todo estaba previsto, infinidad de impalistas del club en labores de apoyo, asistencia mecánica ante cualquier evento, coche escoba por si tocaba avería, puntualidad, buen ambiente entre los participantes, colaboración y gran acogida en todas las poblaciones por donde discurría el acto. Añadir que se registraron pocas averías y que las que hubo se solucionaron casi todas, que pocas motos tuvieron que recurrir al camión escoba; no se registró ningún accidente entre los participantes, apenas una moto sufrió una pequeña salida de pista en la bajada de Tossa que se saldó sin ningún daño de consideración para el conductor.
Y para los amantes del detalle comentar que allí se pudieron contemplar todos los modelos fabricados entre los años 1962 en que se fabricaron las primeras series del modelo básico Impala 175, hasta el modelo Impala2 de 1982. Maravillosas restauraciones de las sólidas y fiables Comando, alguna rara y rápida Sport 175, potentes y maravillosamente conservadas Sport 250, alguna superdeportiva King Scorpión, elásticas y manejables Kenia, alguna Texas de formas preciosas y racional concepto campero, las simpáticas Impala2 de la Guardia Urbana con sus carenados confortables que no les restan prestaciones y que aportan refugio en días de inclemencia, así hasta mas de un centenar.Ocasión pues de respirar un ambiente especial, de culto apasionado por una motocicleta que se ha ganado el aprecio de sus usuarios por su fiabilidad, robustez, economía, y cualidades deportivas, una pieza maestra de otro tiempo que aun hoy nos hace disfrutar a muchos de una forma difícil de narrar, y que nace de en una tradición deportiva y de la voluntad de hacer las cosas bien hechas . . . "
"Dicen las crónicas que la primera Impalada se llevó a cabo en 1980, y que su impulsor en aquel año (entre otros) fue el venerado “Quicu” Romeu, mecánico preparador de Montesa en competición. Comenzó así una tradición entre los propietarios de los diversos modelos de la Montesa Impala de reunirse en buen ambiente un fin de semana al año y dar un paseo todos juntos por revirados y tranquilos tramos de carretera, el territorio idóneo para rodar con esta motocicleta que, especialmente en Cataluña pero también en otros lugares es disfrutada por sus afortunados propietarios como lo que és, una moto encantadora. Del acierto en su diseño y del buen hacer en su fabricación dan muestra los cientos de máquinas que hoy en día aun ruedan por las carreteras y las ciudades, unas maravillosamente restauradas y con el aspecto de “recién salida de fabrica”, y otras con el aspecto de haber realizado varias vueltas al mundo sin mucho miramiento . . . en perfecto estado de marcha a pesar del aspecto y dando servicio a sus propietarios fielmente.
Cuentan que a la Impalada de 1980 acudieron alrededor de un centenar de aficionados con sus motocicletas, y que de tal fervor motorista nació el proyecto de volver a fabricar algunas unidades del mítico modelo, proyecto que se concretó con la aparición en 1982 de la Impala2, moto bien conocida por el autor de estas líneas porque en aquel momento tuvo la buena idea de adquirir una de ellas. El afecto compartido por esta moto de gente de lo mas diversa generó una “germanor” muy especial, y a lo largo de los años reuniones de este tipo abundaron creando un cierto culto a su alrededor.
En 1997 un grupo de apasionados impalistas crearon el actual moto club, al acto de presentación del mismo en la discoteca Luz de Gas acudieron doscientas motocicletas Impala que estuvieron aparcadas en el Passeig de Gràcia barceloní. Este encuentro generó un clima muy personal que ha sabido mantenerse a lo largo de los años, constituyendo en la actualidad una asociación muy bien organizada. El Moto Club Impala tiene su sede social en Can Benet, Pza. Mañé i Flaquer 5 de Barcelona, se reúnen frecuentemente y son muy activos y eficaces organizando salidas de fin de semana y eventos como la Impalada. En su seno hay un grupo “racing” que participan asiduamente en competiciones de regularidad, su página web -http://www.motoclubimpala.com/- es excelente, muy bien diseñada y eficaz en su navegación, allí se informa puntualmente en catalán y castellano de las actividades del club, y en su concurrido foro puede cualquier impalista encontrar a la gente mas entendida en cualquier aspecto relacionado con este modelo de Montesa y sus derivados.
La Impalada consiste en una jornada de paseo de entre cien y doscientos kilómetros por carreteras tranquilas y de relativamente poco transito, con tramos revirados y buen paisaje, donde estas motos se encuentran a gusto y discurrendo entre poblaciones con el visto bueno de las autoridades. Los municipios por donde transita la caravana suelen ofrecer una acogida estupenda, el espectáculo de casi doscientas motos con el estruendo de sus motores y la gente tan diversa que en ellas circula tiene mucho atractivo. Este año comenzó en Barcelona, a los pies del Tibidabo y acabó en Lloret de Mar con una parada en su Paseo junto al mar, perfectamente engalanado para lo ocasión y buena afluencia de turistas y público diverso. Recordar que Lloret ha sido (és) lugar central del Rally Costa Brava y del Rally de Cataluña muchos años, y que allí los aficionados al mundo del motor son legión.
La cita es a las ocho de la mañana del sábado 18 de junio en la plaza donde se toma el funicular del Tibidabo, ciento sesenta inscritos para esta ocasión, hay quien dice que se fueron añadiendo impalistas por el recorrido y que llegaron mas de doscientas motos a Lloret. Tras un breve recorrido urbano por las calles de Barcelona, animado por un estruendo maravilloso y a ritmo tranquilo, la “llonganisa” impalera se dirigió hacia la población de La Roca por unas carreteras reviradas y llenas de sombras refrescantes que eran bien acogidas porque el día apuntaba asfixiante de temperatura. La primera parada fue en Mataró donde la organización había preparado un almuerzo reparador. Otra parada en Arenys de Munt con recepción de las autoridades, atención a los medios de comunicación locales interesados en el evento, y degustación de unas magníficas cerezas. Con buen sabor en la boca, motor y vuelta a discurrir en grupo por carreteras predominantemente rectas hacia Sant Celoni, Hostalric y Massanet. Sin mas paradas que una obligada para repostar se tomó la ruta que une Sant Feliu y Tossa, un tramo bien conocido por los seguidores de los rallys, con curvas amplias y buen firme, preciosas bajadas con unas vistas a las costas de esta comarca gironina sencillamente espléndidas.
Las autoridades municipales de Lloret ofrecieron un refresco de bienvenida a los participantes y las motos quedaron en exposición vigilada en el Paseo. Después de una comida en la que participaron todos los asistente y que estuvo muy animada, se obsequió a algunos participantes, y se homenajeó a otros, siempre disfrutando de un tono festivo, el acto se fue diluyendo y cada participante optó por dar una vuelta por la ciudad, bañarse en las estupendas aguas de la Costa Brava o regresar a casa con un buen recuerdo y multitud de anécdotas propiciadas por la jornada y relacionadas con su estimada moto Impala.
Como apuntamos, la organización fue de nota alta, todo estaba previsto, infinidad de impalistas del club en labores de apoyo, asistencia mecánica ante cualquier evento, coche escoba por si tocaba avería, puntualidad, buen ambiente entre los participantes, colaboración y gran acogida en todas las poblaciones por donde discurría el acto. Añadir que se registraron pocas averías y que las que hubo se solucionaron casi todas, que pocas motos tuvieron que recurrir al camión escoba; no se registró ningún accidente entre los participantes, apenas una moto sufrió una pequeña salida de pista en la bajada de Tossa que se saldó sin ningún daño de consideración para el conductor.
Y para los amantes del detalle comentar que allí se pudieron contemplar todos los modelos fabricados entre los años 1962 en que se fabricaron las primeras series del modelo básico Impala 175, hasta el modelo Impala2 de 1982. Maravillosas restauraciones de las sólidas y fiables Comando, alguna rara y rápida Sport 175, potentes y maravillosamente conservadas Sport 250, alguna superdeportiva King Scorpión, elásticas y manejables Kenia, alguna Texas de formas preciosas y racional concepto campero, las simpáticas Impala2 de la Guardia Urbana con sus carenados confortables que no les restan prestaciones y que aportan refugio en días de inclemencia, así hasta mas de un centenar.Ocasión pues de respirar un ambiente especial, de culto apasionado por una motocicleta que se ha ganado el aprecio de sus usuarios por su fiabilidad, robustez, economía, y cualidades deportivas, una pieza maestra de otro tiempo que aun hoy nos hace disfrutar a muchos de una forma difícil de narrar, y que nace de en una tradición deportiva y de la voluntad de hacer las cosas bien hechas . . . "
fotos: Oriol Nubiola (motoclubimpala)
Juanma Juesas
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